Entramos en un cuarto inmediata y superficialmente oscuro y vacío. Llegamos a un rincón donde había una especie de árbol esculpido en madera. A simple vista parecía simplemente un árbol decorativo, pero si lo mirabas más de cerca descubrías extrañas figuras que colgaban de sus ramas. Murciélagos, lobos, grifos, quimeras. Yo intenté robarme un lobo y alguna figura mitológica. Quería llevarme una criatura improbable y regalártela como una alegoría. Pero descubrimos una propiedad de este artefacto que nos distrajo: si halabas las hojas del árbol hacia abajo desaparecían las figuras y parecía simplemente un árbol. Si volvías a halarlas hacia arriba, volvían las figuras. Hicimos esto unas tres veces hasta que alguien me preguntó: ¿ya estás seguro de lo que has visto aquí? Y yo le dije que sí. Entonces encendieron la luz y cuando vi lo que había sido el árbol solamente había cordeles blancos entrelazados con cuentas de colores ensartadas aquí y allá. Halé aquello hacia arriba y hacia abajo pero nada pasó. Se había ido. Lamenté no haberme apoderado de alguna de las figurillas como confirmación. Al menos yo estaba seguro de lo que había visto. Me fui de ahí sin intentar apagar la luz otra vez.