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Tuesday, September 26, 2006

De: EL DIARIO DE ADAN Y EVA, por Mark Twain

Lunes al mediodía.- Si existe algo sobre el planeta que no despierte su interés, yo no lo tengo en mi lista. A mí me son indiferentes determinados animales, y en eso me diferencio de ella. Ella no hace diferencias, se aficiona a todos, los toma a todos por alhajas y todo animal nuevo encuentra en ella buena acogida.
Cuando el potente brontosauro se nos metió dando zancadas en el campo, ella lo miró como una adquisición, y yo lo consideré una calamidad; éste es un ejemplo de la desarmonía que impera en nuestra manera de ver las cosas. Ella pretendía domesticarlo, y yo quise regalarle nuestra casa y largarnos a otra parte. A ella le pareció que se le podría domesticar con el trato cariñoso y que constituiría un juguete; yo dije que un juguete de veintidós pies de estatura y de ochenta y cuatro pies de largo no era lo más indicado para que anduviese entre nosotros, porque aún con las mejores intenciones y sin propósito de causar daño, podría echarse encima de nuestra casa y deshacerla, porque basta con mirarle a los ojos para convencerse de que era un distraído.
Pues, con todo eso, ella tomó a pechos el conservar semejante monstruo, y no pudo renunciar al mismo. Pensó que podríamos iniciar con él la instalación de una granja lechera y se empeño en que le ayudase yo a ordeñarlo. Me negué; era demasiado peligroso. El sexo estaba equivocado, y, en cualquier caso, tampoco teníamos una escalera. Quiso después cabalgar en aquel animal y contemplar el paisaje. Apoyaba en el suelo unos treinta o cuarenta pies de cola, y a ella se le antojó que resultaría cosa fácil el encaramarse por ella, pero estaba en un error; cuando llegó a la parte empinada se encontró con que era demasiado lustrosa, y se vini debajo de manera que se habría lastimado de no haber estado yo allí.
¿Le bastó eso para convencerse? No. A ella no la convencen sino las pruebas; las teorías no puestas a prueba no entran en su negocio, y se niega a admitirlas. Reconozco que la suya es la manera justa, y que me atrae, y que experimento su influencia; opino que acabaría adoptando esa misma norma si permaneciese más tiempo con ella. Pues bien: aún le quedaba una teoría a propósito de este coloso, a saber: que si nosotros lográbamos domesticarlo y que se amigase con nosotros, nos sería posible colocarlo a través del río y emplearlo como puente. Resultó que -al menos por lo que se refería a ella-
el animal estaba suficientemente domesticado; de modo, pues, que puso en práctica su teoría, pero le falló; cuantas veces consiguió situarlo de manera conveniente a través del río y volvió ella a tierra para cruzar aquel por encima del animal, éste se salió del agua y se volvió para seguirla, lo mismo que una montaña mimada. Igual que los demás animales. Porque todos hacen lo mismo.

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