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Tuesday, August 18, 2009

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Ciegos en el mar. Utilizas puro material de desecho cuando te niegas a estar enamorado. Fuiste al mar. Te quemaste en la sombra. Y sólo en la noche te acordaste de los ciegos. De esa atracción, de esas ganas de acercarte a ellos y mirarlos a los ojos. Mirarlos a los ojos, no mirarles los ojos. Mirarte en sus ojos como en un espejo. Tocándolos apenas, ansioso de que te conozcan sólo por tu electricidad. Recordándote a la inversa de los juegos de la infancia, en los que, a ciegas, tus compañeritos te asignaban una nueva identidad. Todo enmarcado en la más pura ternura, pero egoísta. Todo acerca de mí, ¿no? Tócame con tus manos, adivíname y sonríe.

Tríptico del mar (de Yolanda Pantin)

I

La visión del mar: azul, puro,
podría aplacar la conciencia,
vaciarnos de la vida,
adentro,

como si un magnífico
poder tuviera.

Pero libros, amigos, recuerdos,
alguna vez amados, regresan

cuando estamos solos ante esta sombra líquida.

II

Amé la luz
solamente un día
la luz plena
de nada esclarecida.

III

Frente al mar que se vacía
de sí mismo

siempre

al borde
de lo no revelado.

__________

De vuelta a tu casa transitoria sólo querías dibujar a la chica con el traje de baño más pequeño del mundo. Para dibujar tal trajecito es necesario dibujar toda la carne, piel y huesos como contexto. El trajecito contiene y está rodeado de ese cuerpo. El traje de baño se adhiere y chupa, como una aguamala, como una estrella de mar. Entendí la magia de los acentos. Acentos sonoros, acentos visuales. La flecha de Francis Bacon. Un taparrabos para apreciar mejor, de manera más eficaz, la desnudez.

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