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1.

Cocodrilos. Lobos. Osos. Animalitos de colores jurungan mi imaginación. ¿Y entonces qué? El gran místico. San Francisco y los animalitos. Tirado en una cama en una habitación con aire acondicionado esperando los estigmas.

2.

Brazos, piernas. No estamos buscando justificación, ¿o sí?
El movimiento hecho estático. Capturando todo como mariposas.
El mismo placer egoísta y tiránico de correr por el campo con una red.
Atravesando la agujita y fijando hermosas momias en mi colección.
No sé por qué me empeño en que suene perverso.

3.

Ardor en el cerebro. Pupilas dilatadas. Se te transforma toda la expresión. Bla, bla, bla. Deja de sonar así, por favor.
Había una vez un carajo que tenía cinco libretas y cinco bolígrafos. Esos y no otros materiales debían ser utilizados para darle en la cara a los que quieren guiar nuestras vidas como programas de cocina.

4.

¿Como llegaste a un concepto puedes engañar a los demás? Ene o, no.

5.

"Nuestros pensamientos pertenecen a la eternidad,
pero nosotros nos movemos lentamente en el tiempo."
-Oscar Wilde-

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Necesitas aclarar tu cabeza,
no aclarar tu garganta.

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Mesa. Silla. Banquito. Sofá-cama. El suelo. Seco. Mojado. Con medias. Sin medias.
Y la otra aquí. Lo que me faltaba.

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Este retiro no parece estar funcionando. Y mañana al parecer tendré que intentar un día normal en la piscina. Sumergiéndome y todo. No parezco acercarme a ningún destino.

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Esas peloticas de papelón. Vomitar luego.

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Podemos controlar si acaso cómo nos sentimos. Pero no realmente lo que pasa.
(malditagordaputaeresunaestafalagranestafadeestesiglo)

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Licántropos y sus sombras. Caperucita XXX. El rostro nunca descubierto. La capuchita en la cara, mostrando todo lo demás. ¿Cuál es el sentido, el fin, de todo este peo?

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¿Retirarme de qué? De la relación, la exposición, la influencia de los demás.
¿Para qué? Para acallar las voces intrusas, tentadoras, desesperantes, y escuchar las propias.
O al menos abrir espacio para el silencio, vaciar la casa para la mudanza.
Capítulo uno. El penúltimo día va a visitar la casa donde su madre creció, donde él mismo creció. Verla vacía por primera vez. Recorriéndola. Reconociéndola. Grabándose lo que no se pudo grabar en toda su vida. Escuchando los ecos originales, quién sabe hasta cuando, quién sabe si por última vez. Yo no seré el eterno vigilante de estas ruinas. Esto puedo casi asegurártelo.

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Quiero alucinar tu dolor, y que me tengas miedo.

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Tu nombre es la desgracia absoluta.
Quiero vejarte en cada uno de mis sueños y fantasías.

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Sometido a las más altas y las más bajas temperaturas.
Sometido a curas de sueño e interminables vigilias.
Me he quedado esperando
la voz vibrante del asfalto,
el guiño titilante de la ciudad.

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Sobres. Ositos de peluche. A la gente lo que le gusta es creerse el cuento chino del momento.
Chismes locales.
Siglos.
Vino Emilio a contarnos historias de hombres lobos y osos que entablaban amistades con niñas en los patios traseros.
Preferíamos eso a la habitual violencia de estacionamiento que ofrecía la televisión a esas horas.
Vivíamos esas maravillosas historias jurando que Emilio era uno de ellos.